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En la última década se ha revitalizado el interés por las teorías del crecimiento y las fluctuaciones económicas. La economía neoclásica, estática en sus orígenes, sigue encontrando serias dificultades para el análisis dinámico. La conclusión de que los mecanismos del mercado llevan a un crecimiento eficiente, sostenido y armónico a duras penas puede reconciliarse con los hechos. Los cinco ensayos contenidos en este libro han buscado otros paradigmas más sugerentes. Para conseguirlo han debido remontarse a la economía política clásica y la economía postkeynesiana, recogiendo en el camino algunas hipótesis del institucionalismo y el evolucionismo schumpeteriano. Todas estas corrientes nacieron con una clara vocación dinámica y siguen siendo especialmente idóneas para entender la realidad actual. El tipo de crecimiento que resulta de estos paradigmas se caracteriza por ser ineficiente, inestable y "transformativo" (la estructura productiva y el marco de actuación de los agentes económicos se transforman continuamente). El motor del crecimiento se ubica en el cambio técnico, de claro carácter endógeno. La inversión aparece como el vehículo ordinario del progreso técnico y la plataforma para la expansión de la producción y el empleo. En sus inversiones, los capitalistas actúan movidos por el ánimo de lucro (rentabilidad), y sometidos a restricciones financieras y de demanda. La interacción entre tales variables reales y financieras -sobre todo si aceptarnos el carácter endógeno del dinero- genera ciclos económicos. Cuando fallan algunas de las condiciones clave, el proceso de acumulación queda bloqueado y se desencadena una crisis económica general. Las crisis, y el desempleo masivo que las acompaña, no son, por tanto, problemas transitorios originados por causas exógenas. Forman parte de la dinámica normal de una economía capitalista.
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