La Estrategia Territorial Europea ha supuesto un enorme avance en el planteamiento del futuro desarrollo territorial de las regiones de Europa. A pesar de la falta de competencia comunitaria en materia de ordenación del territorio, este documento ha evidenciado la verdadera voluntad de los Estados miembros para lograr un acuerdo sobre el territorio y sus usos, logrando así un desarrollo sostenible y equilibrado de todas las regiones de la Unión Europea, respondiendo, en todo caso, al objetivo marca do por el propio Tratado de la Comunidad en su art. 2.
Ante la innegable transformación del territorio derivada de la intervención material comunitaria emanada de las correspondientes políticas, con el documento europeo se ha pretendido evidenciar la urgencia e importancia de un debate sobre la ordenación del territorio que de facto se viene desarrollando, y que se superpone al que de jure realizan los Estados miembros.
Dada la complejidad de la materia, por su horizontalidad y por la cantidad de agentes implicados, la articulación de una estrategia de planificación física basada en instrumentos flexibles de carácter no obligatorio -salvo en lo que se refiere a los objetivos del propio Tratado de la Comunidad, claramente imperativos- se presenta en este trabajo como la mejor -y quizá la única- manera que la Comunidad tenga de intervenir en su territorio, bien iniciando con ello el paulatino desarrollo de una eventual política de ordenación del territorio comunitaria, bien consolidando este tipo de instrumentos de carácter flexible como una nueva forma de intervención sobre el mismo. En este sentido, los criterios de ordenación del territorio establecidos en la ETE han dado claras muestras de su valor referencial, pues desde su aprobación de ha convertido en elemento central de la discusión sobre los problemas territoriales a nivel europeo.