Veinticinco años de régimen constitucional y derechos fundamentales han determinado, como no podía ser de otro modo, una profunda transformación tanto de la legislación y la práctica jurisprudencial como de las construcciones científicas o dogmáticas, alumbrando entre nosotros eso que a partir de Tarello se ha dado en llamar una nueva cultura jurídica, un nuevo modo de ser jurista y de entender el Derecho a partir de premisas por completo diferentes.
Como es lógico, la filosofía del Derecho no podía quedar al margen de esa empresa colectiva que toma como referencia la Constitución de 1978 y en particular los derechos fundamentales que la misma proclama. Confiamos en que su contribución a esa "sociedad abierta de intérpretes constitucionales", en expresión de Haberle, haya resultado fecunda para los estudios jurídicos en general, pero por de pronto no cabe duda de que ha rendido magníficos frutos para ella misma, para una filosofía que juiciosamente ha renunciado a la hercúlea tarea de escalar el cielo y ha encontrado en el propio Derecho positivo el objeto de su reflexión. Que la filosofía del Derecho haya querido ostentar alguna competencia en la comprensión e interpretación de los derechos fundamentales, abandonando casi por completo las elucubraciones sobre aquellos evanescentes derechos naturales que nunca terminaban de adquirir forma corpórea, se explica, claro esté, por su mero reconocimiento en un documento político dotado de incuestionable fuerza jurídica, pero se explica también y sobre todo por el especial perfil que presenta el constitucionalismo contemporáneo del que la Carta de 1978 es una singular expresión; un constitucionalismo que en sí mismo representa una invitación a la filosofía antes que a la dogmática jurídica o, con mayor justicia, que representa una invitación a la dogmática desde la filosofía y su argumentación moral.
(...) Así ha venido ocurriendo en estos veinticinco años de vigencia de la Constitución y de los derechos fundamentales. El esfuerzo por desentrañar el significado, el alcance y las garantías de los derechos, en suma, su virtualidad jurídica en el marco del régimen constitucional y democrático. se ha mostrado como una fecunda obra colectiva que ha venido a transformar por completo la faz de nuestra cultura jurídica. Y en esa obra colectiva la presencia de la filosofía del Derecho resultaba obligada. Cuando se repasa cualquiera de las varias bibliografías sobre la Constitución es difícil encontrar algún capítulo en el que falte una aportación de cierto interés; y, desde luego, en materia de derechos fundamentales, la nómina de los filósofos del Derecho es de las más nutridas. Por eso este volumen que quiere conmemorar los veinticinco años de nuestra Constitución se propone también rendir tributo a ese esfuerzo común, y hacerlo desde una óptica singular pero integradora como o es la que representa la filosofía jurídica.
Hemos de advertir, ciertamente, que las perspectivas teóricas y metodológicas desarrolladas a lo largo de este cuarto de siglo han sido tan ricas y plurales que el presento volumen no puede aspirar a ser un reflejo fiel y exhaustivo de lo que es la filosofía de los derechos humanos en nuestros días. Se ha procurado, sin embargo, que estuviesen presentes la mayoría de los enfoques y corrientes, aun cuando los criterios de selección hayan de estar teñidos inevitablemente por los puntos de vista y las preferencias de quienes editamos el presente volumen. Esto, por cierto, ocurre siempre, pero queremos creer que en esta ocasión ha ocurrido menos que en otras más cotidianas; la efemérides de la Constitución nos ha empujado a buscar una perspectiva más plural que de ordinario.
La obra no se ha concebido como un comentario sistemático a los derechos fundamentales tal como aparecen en la Constitución; ni siquiera pretende mostrar todos y cada uno de los problemas abiertos en la interpretación de esos derechos. Sencillamente, hemos intentado escoger aquellos temas que, por unos u otros motivos, han sido objeto de una mayor o más profunda atención por parte de la filosofía del Derecho y encargar a alguno de nuestros colegas a redacción del trabajo correspondiente. Todas las contribuciones son, por tanto, inéditas, si bien en general se han encomendado a quienes habían explorado ya directa o indirectamente el tema que les hemos sugerido. Su respuesta ha sido cálida y generosa. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento.