El móvil y el trasfondo de esta obra lo apunta Jesús González Pérez en su prologo: que ningún jurista puede permanecer indiferente ante el hecho de que la dignidad humana -base y fundamento de todo el Derecho- sea constantemente atacada, maltratada, y no pocas veces en su mismo nombre o por los mismos Estados que firmaron solemnes Declaraciones que buscaban salvaguardar aquella. Aquí Tomas Prieto Álvarez, desde la perspectiva del Derecho Administrativo, se ocupa de la protección de dignidad de la persona en el marco de la convivencia social, del orden público: en la medida en que tal dignidad sea menoscabada por comportamientos externos y públicos, y ausentes títulos jurídicos más específicos de tutela, podrá ser preservada por razón de moralidad pública, si tales comportamientos ofenden las sensibilidades morales del concreto espacio de referencia. Quiere el autor con ello contribuir a la restauración del concepto de orden público -y de su competente moral-, superando el descrédito en el que para muchos permanece sumido a causa del peso de la historia. "En un régimen democrático -ha dicho un iuspublicista francés de todo crédito, Burdeau-, sería una herejía concebir el orden como un cementerio de libertades cuando no puede y no debe ser sino una ordenación de las libertades".