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Colección: Colección Estudios de Derecho Privado Nº 43
No sé si es que hará demasiados años, o quizá que ya los hacía, cuando en el Curso Académico de 1986/87 accedí a la Cátedra de Derecho Civil de la Facultad de Derecho de Jerez de la Frontera de la Universidad de Cádiz. Había quedado ya buena parte del equipaje en el camino y había llegado también casi todo lo que esperaba. El bagaje de sentimientos con que me dispuse a afrontar la andadura era, pues, cuando menos difuso. De mi maestro, D. Alfonso de Cossio y Corral, fallecido en 1978, había aprendido incluso a distinguir las voces de los ecos y un poco a solas conmigo mismo llegué a mi nuevo destino. La Facultad de Derecho de Jerez reunía a priori casi cuanto debiera colmar las aspiraciones de un todavía no muy mayor profesor universitario. El modelo de Universidad conservaba aún la suficiente frescura y virginidad como para hacer concebir esperanzas de un diseño tanto tiempo soñado. La vocación, superada la crisis que algunos coros de destemplados grillos cantándole a la luna hubieran querido cronizar, parecía poder renacer. Y aquel espíritu, otrora inquebrantable, aprendido desde joven, vivido y deseado como único oficio gracias al ejemplo de mis dos irrepe¬tibles maestros —mi padre, José León Castro, fue Catedrático de Patología Médica y curiosamente también en la Universidad de Cádiz— tornaba de nuevo cual la cigüeña al campanario. En aquellas circunstancias, ya digo que sentimentalmente dispersas, me encontré con una joven Profesora, la recién Doctora Sánchez González, en quien pronto adiviné algunas razones de mi renacimiento al mundo universitario y reafirmé expectativas e ilusiones. Fiel a la pauta de coherencia que siempre he procurado respetar, jamás abrigué ansias de magisterio, de estereotipadas adscrip¬ciones escolásticas que, si nos miráramos en nuestros mayores, nos ruborizarían por pretenciosas. Bien sabía que nunca podría tratar de emular siquiera ni a quien me había iniciado en tan hermosa — todavía lo es— profesión, ni a quien me había enseñado con su actitud ante la vida todo lo poco que sé. Y así lo hice, con el recuerdo como única lección bien aprendida de un Programa al que me sigo resistiendo de cuantificar en temas.
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