Antonio PÉREZ MARÍN hizo, como yo mismo, sus primeras armas como TAC, en aquellos tiempos, ya muy lejanos, de la reforma administrativa con la que se abrió para nuestro país un nuevo horizonte, que facilitaría luego el tránsito feliz a la democracia. Aquellas primeras oposiciones unificadas a los distintos Cuerpos Técnico-Administrativos que con la Ley de Funcionarios Civiles del Estado de 1.964 vendrían a fundirse en el Cuerpo Técnico de la Administración Civil del Estado (hoy Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado) atrajeron hacia lo público a muchos jóvenes universitarios de calidad que, dentro de la Administración en la que entonces ingresaron o fuera de ella luego, en la Universidad en muchos casos (M. BAENA DEL ALCÁZAR, M. BELTRÁN, F. GONZÁLEZ NAVARRO, J.R. PARADA, P. DE VEGA, C. DE CABO, L. MORELL, J. LEGUINA, M. PUELLES, S. MUÑOZ MACHADO, etc.) y en la abogacía en otros, han contribuido de forma importante a la modernización de nuestro país. La historia del Cuerpo Técnico, de los TACs, está por hacer y es importante que se haga (se está haciendo, me parece, por uno de sus más destacados miembros, Luis Fernando CRESPO MONTES) porque es un capítulo importante de la Historia de España de estas últimas décadas, que sin ella no podría comprenderse del todo (un TAC, F. LAINA, presidió el Gobierno de Subsecretarías que mantuvo el hilo, delgado hilo, de la legitimidad constitucional en las tremendas y tenebrosas horas que siguieron al ominoso «23 F»; es sólo un ejemplo).

PÉREZ MARÍN pertenece, como he dicho, a una de estas primeras promociones de TACs (la segunda, si no me equivoco) y lleva, por lo tanto, esa honrosa marca distintiva, común a todos los miembros de las mismas: la ilusión y la esperanza en y por una España distinta y mejor, una esperanza en buena parte lograda y una ilusión que permanece viva todavía y de la que dan fé en lo personal el inconformismo con el trabajo cotidiano, por exigente que éste pueda ser, el propósito de transcenderlo y el constante afán de superación.

Hay muchos libros ya y muy variados que dan testimonio de lo que acabo de decir. El que ahora nos ofrece A. PÉREZ MARÍN bajo el título Estudios de Derecho Urbanístico, se añade a esa lista ya larga. No es el primero suyo, sin embargo, porque ya antes la propia Editorial Comares que acoge éste había publicado otros dos, el primero de ellos en compañía de M. ÁLVAREZ RICO e I. ÁLVAREZ-RICO GARCÍA, sobre Los problemas del régimen económico-financiero del dominio público hidráulico, 1.ª ed. 2002, y el segundo con el título Ley de Ordenación Urbanística de Andalucía, Estudio preliminar, comentarios a su articulado y formularios, Granada 2003. No será el último, tampoco, pues estoy seguro que PÉREZ MARÍN y sus colaboradores cumplirán el compromiso que voluntariamente han asumido y que ahora ratifican en la introducción del que ahora me honro en presentar.

Estos Estudios de Derecho Urbanístico recogen veinte trabajos sobre esta materia escritos a lo largo de quince años de actividad profesional, expuestos siempre en foros profesionales muy variados y, por lo tanto, de difícil localización en la mayor parte de los casos.
Están ordenados cronológicamente, lo que lejos de responder a una razón de mera comodidad, constituye un indudable acierto, porque contribuye a poner de manifiesto una de las notas más relevantes y preocupantes también de nuestro ordenamiento urbanístico reciente, esto es, las constantes sacudidas a las que ha venido estando y sigue, por desgracia, sometido sin beneficio para nadie, sino, más bien, con claro y positivo perjuicio para todos por la inseguridad e incertidumbre que ese continuo tejer y destejer genera. Uno de ellos, el V, se dedica justamente de modo específico a este grave problema de la inseguridad jurídica, en el que insisten, ¡cómo no!, desde distintas perspectivas, el VII, el XV y el XVI, entre otros.

El abanico de cuestiones tratadas es muy amplio y comprende, en realidad, todos los problemas más significativos con los que se tropieza a diario el abogado que desarrolla su actividad en este campo: la tensión entre la legislación estatal y la autonómica, la gestión urbanística, la obtención del suelo de sistemas generales y de dotaciones públicas, la expropiación forzosa, etc, etc. Porque —y ésta es otra nota a destacar— todos los estudios recogidos surgen de una experiencia vivida y sufrida en el ejercicio de la profesión, todos responden, pues, a una realidad concreta, todos, en fin, tienen detrás sin duda una historia o muchas historias de personas de carne y hueso a las que el abogado ha atendido y procurado ayudar en un escenario confuso y difícil. Nada hay, por lo tanto, en ellos de gratuito, de puramente especulativo, aunque sí haya, y mucha, especulación, es decir, mucha reflexión, mucho estudio y mucho y profundo conocimiento crítico del sistema jurídico con el que la realidad se confronta, de sus desfallecimientos y de sus insuficiencias, de sus errores, de sus voluntarismos y de sus excesos, que eso es la buena especulación, la especulación que se corresponde con la segunda acepción de la palabra que registra el Diccionario de la Real Academia Española, esto es, la relativa a las acciones consistentes en «meditar, reflexionar con hondura, teorizar» partiendo desde abajo, desde el conocimiento directo de la realidad de las cosas, que es como lo hace el buen abogado, el abogado capaz de trascender el problema cotidiano y elevar su voz experta y autorizada en la sociedad a la que sirve.
Ese conocimiento directo de la realidad que el abogado adquiere en el ejercicio de su profesión da alas también a su imaginación creadora y le permite sugerir con fundamento respuestas nuevas, que la Ley no proporciona. Un buen ejemplo de lo que digo lo ofrece el IX de los estudios que el libro incluye, dedicado al arbitraje y a su posible juego en el campo del urbanismo.
El volumen ofrece, pues, un conjunto variado de trabajos, sumamente atractivos, en el que el lector encontrará refrendadas muchas veces sus propias intenciones y aliviadas no pocas también sus preocupaciones, lo cual resulta siempre reconfortante, amén de útil. Está escrito, además, con sencillez y soltura, virtudes que no están reñidas, ni mucho menos, con la precisión que en el campo del urbanismo es siempre imprescindible. Se lee por ello con gusto y con facilidad, por lo que no corro ningún riesgo al recomendarlo, como lo hago con el mayor gusto.