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El libro que tiene el lector entre las manos es, por obvio que parezca, una obra de investigación. No goza la investigación ni de gran atención por los gobiernos de este Reino de España, más atentos a las exposiciones, a los parques temáticos y a la arquitectura efímera, ni de gran credibilidad por la sociedad. La investigación requiere paciencia por quien la practica y por quien la espera. Respecto al campo de las áreas socia les, y más en las jurídicas, hay muchas personas, incluso de estudios universitarios, que no conciben que hagan falta fondos de investigación y tiempo para desarrollarla con mimo y para obtener resultados verosímiles y útiles. Por eso, este libro es una obra de mérito, pues supone el resultado de una paciente investigación, en un campo desatendido por la administración y las entidades privadas, a pesar de que la propiedad intelectual genera una riqueza multimillonaria. Además significa una meritoria travesía por el desierto de la investigación española, salpicada con estancias de su autora en Munich, Dresde y algún otro campus de la Unión Europea, en condiciones de precariedad económica, por quien fue uno de los mejores expedientes, si no el mejor, de la promoción Ortega y Gasset de la Universidad Carlos I de Madrid. Como ha quedado dicho, y es sabido por el lector, la propiedad intelectual es un sector de la economía y el derecho de creciente importancia, exponencial en los últimos quince años si, por ejemplo, se comparan las cifras de ingresos de la SGAE en 1989 y en 2003. En lo estrictamente jurídico, es un área irresuelta tanto por la falta de atención tradicional que los grandes civilistas le dispensaron, como por la revolución normativa experimentada en el decenio 1991-2001. En este periodo la Unión Europea ha dictado ocho directivas que obligan a la adaptación de los derechos nacionales.
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